Admitamos una cosa: por más que nos gustaría, no vamos a poder leernos todos los libros que existen en el mundo. El tiempo, para nosotros los seres humanos, es finito (por desgracia, pienso yo) y por tanto, aquellos a los que nos gusta leer nos vemos obligados a seleccionar leyendo qué vamos a ocupar nuestro tiempo. Al menos, yo lo veo así.
Por esa razón, cuando busco un libro intento poner por delante el aspecto que para mí es más importante en la lectura: que me interese según el tipo de apetito que tenga en ese momento. Me considero un lector versátil y capaz de atacar cualquier género, aunque admito tener una cierte preferencia hacia el terror y los libros de misterio (y últimamente, la épica fantástica tipo Abercrombie, Sanderson y Martin), pero esto es como la comida: a veces te apetece dulce, a veces salado; a veces te apetece paella, otras veces comida mexicana. Así que cada vez que termino un libro la primera pregunta que me hago es «¿qué me apetece ahora?«. Ya os digo que tengo mis preferencias, pero eso no ha evitado que en ocasiones coja libros de humor, de histórica, de aventuras (tuve una época muy Clive Cussler, larga vida a Dirk Pitt) y hasta de erótica (género que tampoco es que me emocione demasiado).
Una vez escogido el terreno de juego, debo buscar al jugador. Y aquí es donde entra el instinto. A veces es la sinopsis, a veces la portada, a veces el tema, a veces yo que sé, que se alinean los astros y vete tú a saber.
Hasta hace unos años debo reconocer (y lo hago sin problemas, oye, porque a cada uno le gusta leer lo que le salga del cimbrel) que leía autores americanos, ingleses y nórdicos (tuve también una época muy Mankell, aunque reconozco que ahora me cansan) pero poco, muy poco, de autores de aquí, producto patrio. Vamos, que me había leído los que eran obligatorios en el colegio y, de motu propio el de Zafón, La sombra del viento (que me gustó mucho, oye, pero nunca he seguido con las continuaciones. Tardaron tanto en salir que para cuando lo hicieron ya no me apetecían… algo que me da que le va a pasar a muchos con Juego de tronos, sobre todo ahora que la serie va a terminar…).
Bien, pues a lo que iba… cuando me dijeron que me publicarían El cuarto jinete abrí mi abanico al producto nacional. Fue algo natural, motivado por el interés que en ese momento me producían los zombies (ahora reconozco que se me ha pasado la fiebre, aunque joyas como Train to Busan, vaya peliculón, de repente resucitan ese ansia dormida). Así, me eché al gaznate Apocalipsis Z, de Manel Loureiro, ya que había sido el precursor de esa Línea Z que ahora me abría las puertas a mí. Reconozco que disfruté como un enano de su primera entrega, que la segunda me aburrió y que la tercera me estaba aburriendo hasta el momento tren. De ahí al final, un espectáculo pirotécnico interesante.
A lo largo de estos años he leído muchos libros de autores de aquí y ahora. Por proximidad, porque les conocía en eventos y me interesaba descubrir sus voces narrativas, yo que sé. Al final, obviamente, se reduce al qué me apetece y al qué me interesa. No me leo a todos los autores porque sí, a algunos los cato y no vuelven a pasar por mis manos, otros los disfruto y se convierten en parte de mi librería creciente y a otros muchos no llego a leerles. No hay ninguna razón para explicar esto que no sea subjetiva. Qué me interesa y qué me apetece.
Y sí, estoy seguro de que me dejo en el tintero a muchos autores españoles. Como os decía, el tiempo es finito y no me da tiempo a todo. Ni siquiera me leo todo lo que escriben algunos a los que ya considero amigos míos (de la misma manera en que yo a ellos no les exijo que se lean todos mis libros), pero he aquí algunos autores que sí he leído.
Comienzo por arriba, por esos a los que mantengo vigilados para pillar lo que saquen en cuanto lo hagan (una posición en la que están porque me ha gustado lo que han escrito hasta ahora y dejarán de estar cuando no me interese lo que me cuenten):
Mikel Santiago. No le conozco personalmente y le descubrí de rebote cuando me preguntaron si quería reseñar su segunda novela, El mal camino. Descubrí a un autor de estilo fresco y directo, ritmo trepidante e historias que me gustaría escribir a mí, a medio camino entre el thriller, el misterio y los toques sobrenaturales. Me he leído sus tres novelas y las he disfrutado las tres.
Darío Vilas. Me considero afortunado de poder llamar amigo a este gallego, porque además de gustarme mucho cómo escribe, como persona me parece un tipo estupendo cuyos gustos, curiosamente, son al mismo tiempo muy parecidos a los míos y también diametralmente opuestos en otras cosas. Darío es una de las pocas personas en el mundo a las que hago caso si me dicen «esto te va a gustar» o «esto no te va a gustar», porque acierta siempre. Vamos, que conoce mis gustos. Y digo todo esto porque, curiosamente, los libros que escribe Darío tienen todas las papeletas para no gustarme, no son mi rollo, y sin embargo, este tío tiene algo, una voz narrativa espectacular, que me fascina. Reconozco que no me he leído sus dos novelas zombies (Instinto de superviviente y Lantana), pero me ha fascinado con Babujal y El tiempo como enemigo. También con sus libros de relatos. Tengo El hombre que nunca sacrificaba a las gallinas viejas, con la que ganó el Premio Nocte, en mi lista de pendientes.
Miguel Aguerralde. Como a Darío, considero a Miguel un amigo. De hecho, fue el primer amigo de este círculo literario al que conocí, cuando los dos andábamos perdidos y solitarios por las calles de Avilés. Su Próxima parada: la casa de muñecas me dio a conocer a Matt el Rojo y reconozco que siento una profunda obsesión por ese personaje. Los que hayan leído El cuarto jinete: Destrucción masiva pueden dar fe de ello. Me falta por leerme Alicia y hasta el momento, de todos sus libros, únicamente no he comulgado con Laberinto, que no acabó de cuajarme.
Hay muchos más autores que he leído en estos años. Enumerarlos a todos uno por uno haría que este post fuera inmenso, así que voy a intentar ser más rápido haciendo una pequeña lista y, si se da el caso, acompañándola de un pequeño comentario. Juan de Dios Garduño (fascinantes Y pese a todo y El camino de baldosas amarillas), Ignacio Cid Hermoso (hablando de voces narrativas espectaculares, la de este chico lo es. Para mí Nudos de cereza es un libro redondo. Tengo pendientes un par de novelas suyas, pero es que a Nacho hay que leerle estando preparado para zambullirte en él, no vale cualquier momento), Claudio Cerdán (Sangre fría y El club de los mejores), Andrés Díaz Sánchez (el hombre detrás de Skarrion Gunthar), Javier Pellicer, Juan Gómez Jurado (espectacular El paciente, y también muy disfrutable Cicatriz), Emilio Bueso (uno de esos autores a los que cuando leo, como escritor reconozco en él una fuerza y una voz interesantes pero que no termina de encajar con mis gustos como lector), Joe Álamo (creador de otro de esos personajes que me fascinan, en este caso Tom Z. Stone, cuya trilogía he devorado y disfrutado enormemente), Mariano Gambin (después de leer Colisión he puesto en lista de espera un par de sus novelas anteriores) Ismael Martínez Biurrún (me leí Un minuto antes de la oscuridad y su trama no acabó de engancharme, pero tengo, por recomendación de Darío Vilas, Invasiones entre mis pendientes), Javier Cosnava (en cuya etapa histórica no me he adentrado), Alejandro Castroguer (de él solo he leído El manantial, esa novela casi gore de la Línea Z, y algunos relatos), Sergio Sánchez Morán (lo bien que me lo pasé con El Dios asesinado en el servicio de caballeros), Blue Jeans (no soy su público objetivo, pero después de conocerle en un Celsius decidí leerme Canciones para Paula para ver su estilo… y no me extraña nada que arrase, la verdad)…
Sigo: Dolores redondo (solo me he leído El guardián invisible de su trilogía de Bazán), Alfonso Zamora (otro de la quinta de los zombies de Dolmen), Carlos Sisí (Disfruté mucho con Los caminantes, no tanto con su secuela y de nuevo mucho con la tercera parte. No he seguido adelante con la saga porque ya me ha pillado out del mundo zombie. Eso sí, me fascinó Edén interrumpido y me parece que las primeras doscientas o trescientas páginas de La hora del mar son una puta gozada…), Manel Loureiro (además de su trilogía, que ya la he comentado más arriba, me leí Fulgor, pero no me gustó), Daniel Pérez Espinosa, Javier Quevedo Puchal, Javier Martos, Pablo García Naranjo, Santiago Posteguillo, Manuel Martín, Juan Miguel Fernández, Juan Ramón Biedma (El manuscrito de Dios sigue siendo mi libro favorito de entre los que ha escrito, aunque reconozco que tengo pendientes sus dos últimas novelas), Sergi Llauger (no me he leído Diario de un zombie pero El yermo me fascinó y me hizo querer escribir cosas postapocalípticas)…
Estoy seguro de que se me olvida algún autor español que sí he leído… ahora mismo no recuerdo más.
Lo que sí puedo deciros es que tengo en la lista de pendientes libros de César Pérez Gellida, Virginia Pérez de la Puente, Ana Coto, Sergio R. Alarte, David Mateo, Alberto Caliani y algún otro que ahora no recuerdo pero que estoy seguro de que cuando mire la estantería diré mierda, a este no le mencioné.
Y… ¿Para qué esta entrada en el blog? Pues para nada en concreto. Simplemente me apetecía comentaros algunos de los libros que me he echado al gaznate. Si con eso os descubro a algún autor, pues mirad, dos pájaros de un tiro. Si os apetece dejar en los comentarios algún otro nombre, yo os lo agradeceré enormemente (y os diré si lo he leído y he olvidado mentarlo, si no lo he leído, si me interesa, me motiva o si por la razón que sea no me cuadra). Preferentemente, terror, thrillers o fantástico. Pero vamos, que podéis verter aquí cualquier cosa.