Tiempo muerto, hijo de puta

Nueva novela, de título explosivo.

Tiempo muerto, hijo de puta es un thriller, podríamos considerarla una novela negra con pequeños detalles que tal vez se sacan de la norma que hacen puro al género. Tiempo muerto, hijo de puta es la historia de Rayhan, un policía cuya vida está a punto de complicarse. Y mucho.

Enfrentado a un caso de asesinato escabroso y con aparentes connotaciones religiosas, asediado por el insomnio que no le deja descansar y a punto de recibir una visita que abrirá puertas que hacía mucho tiempo que pensaba se habían cerrado para siempre.

Si os aventuráis con esta novela creo que pasaréis un buen rato agarrados al sillón y con los nervios a flor de piel. Al menos, eso es lo que espero.

Editorial Kelonia.

La guerra contra el resto (Whisky Caravan)

Fotografía tomada por www.laluzdelrock.com

 Hace unos días tuve la suerte de ser invitado a la sesión de pre escucha y presentación ante medios de comunicación del nuevo disco de Whisky Caravan. La guerra contra el resto, así se titula, y saldrá a la venta el día 27 de abril (aunque ya está en preventa tanto en digipack como en una versión limitada y numerada en vinilo que también incluye cd y versión digital).
No soy un experto en música, ni mucho menos, así que no puedo hacer una reseña que se base en aspectos musicales, más allá de lo que pueda observar como oyente. Y como tal, permitidme que os diga que el disco es un bombazo.
Desde que les descubriera el año pasado vengo diciendo que son uno de los mejores grupos del panorama musical nacional. Toda la potencia y fuerza que muestran en disco (estáis tardando en buscar Donde ella duerme y Lo que nunca encontraré) se confirman y aumentan cuando les ves en directo. En vivo es donde uno comprueba que hay mucho más tras lo que suena, una presencia y un carisma que envuelven y atrapan.
Hace unos meses participé como Director de producción del videoclip de La guerra contra el resto (podéis verlo aquí), la canción que abre y da nombre a este disco del que hoy os hablo. El resultado lleva unas semanas en las redes y los comentarios no pueden ser mejores. La verdad, no me sorprende lo más mínimo. Y solo es el comienzo del disco.

Fotografía tomada por www.laluzdelrock.com

A lo largo de las diez pistas que componen el album asistimos a un viaje en el que hay espacio para muchas cosas. Dejadme decir algo que en mi opinión es un gran acierto. Lejos de mantener lo que les ha funcionado hasta ahora, el grupo afronta con valentía nuevas sendas. Bajo la producción de Dani Alcover, La guerra contra el resto es Whisky Caravan, suena a Whisky Caravan, tiene todo lo que les hace grandes, lo que les define, y al mismo tiempo es un paso adelante, no continuista, valiente a la hora de explorar nuevos territorios.
Aquí hay desgarro personal, critica política, amores y desamores, deseos, declaraciones de intenciones y alma. Mucha alma.
Hay canciones que te pegan directo al estómago (y al cerebro), como Las últimas piezas (para mí, una de las joyas que tiene este disco) o Naufragio. Hay otras que te retuercen por dentro (¿A qué tienes miedo? cierra el disco poniendo los pelos de punta). Aléjate de mí viene a decirnos que aquí están ellos, esto es lo que son y, más importante, que no son lo que otros quieren que sean. Otro temazo. Claro que si me pongo a decir cuáles son temazos voy a nombrar las diez.
Pero no puedo acabar este texto sin mencionar Más de alguna vez. Según ellos, la canción más extraña del disco (Danny comentó en la presentación que se imaginaba al grupo en un anuncio de cerveza comiendo paella). Tiene algo de country, algo que me recuerda a Ciao Bella, otro temazo que solo se encuentra en las caras B de su primer disco. Más de alguna vez tiene algo que transmite buen rollo y tiene un estribillo poderoso que da alas a los que somos un poco románticos (sí, no lo parece por mis novelas, pero tengo corazoncito).
Lo dicho, este disco es una joya. En palabras del grupo, está hecho para sacarse de la cabeza cosas que les volverían locos, y es un disco que se recetará a la gente que está rota o lo ha estado alguna vez. A mí, como oyente, me parece cautivador y creo y deseo que les esperan grandes cosas.
Como nota al pie, un pequeño detalle. Se puede apreciar en las fotos de la presentación, y es que pusieron mi último libro junto a sus discos en la mesa. Un pequeño gesto que para mí, pues qué queréis que os diga, fue un honor.
Larga vida a la caravana.

Todas las fotografías han sido sacadas de La luz del rock.

El cuarto jinete: Ecolalia

Este Febrero sale a la venta El cuarto jinete: Ecolalia
Aquí tenéis la portada, realizada una vez más por el gran Alejandro Colucci. Esta novela supone mi regreso a la saga que me vio nacer en esto de las letras… pero es un libro peculiar. Digamos que es una secuela, pero al mismo tiempo no lo es. Y hasta aquí puedo leer… sin jorobaros la sorpresa.
Os dejo la sinopsis:
Hace once meses, los muertos conquistaron el mundo. Hoy, Estados Unidos es un páramo desolado donde solo algunos supervivientes aislados y escasos intentan sobrevivir un día más en medio del miedo y la desesperación.
Joe Sanderson tiene un don. Al menos, eso es lo que se dice a sí mismo, medio en broma medio en serio. Ha llegado hasta aquí sobreviviendo cuando no parecía existir una manera de hacerlo. Contra todo pronóstico. Ahora está a punto de descubrir algo que puede cambiarlo todo para siempre. La muerte gobierna sobre la tierra y el camino que se verá obligado a recorrer no resultará sencillo.
Pero sí muy sangriento.
Ven, una vez más, no hay sitio al que escapar si la muerte corre más que tú.

Whisky Caravan 21/10/17

Hace unos meses escribí aquí una entrada sobre el concierto que Whisky Caravan dio en las fiestas de Pegaso y hoy vengo a hacerlo sobre el concierto con el que han cerrado la gira de su segundo álbum, Lo que nunca encontraré.

Esto ha sido una montaña rusa para mi hijo mayor, una de esas cosas que creo que se le quedarán grabadas en la mente durante muchos, muchos años. Así, empezando por el final, solo diré que al salir su frase fue “papá, este ha sido el mejor concierto de todos. A partir de ahora está prohibido que vayas a un concierto sin mí”.

Supongo que no puedo desgranar la noche sin empezar con el programa de radio La Fauna, al que acudió el grupo hace un par de semanas como herramienta de promoción de este último concierto. El presentador del programa había hecho un llamado en Facebook para que la gente se animara a pedir una canción, a ver si con un poco de suerte el grupo se animaba a tocar algo en acústico. Kike leyó eso y, ni corto ni perezoso, hizo una petición doble: su ansiada Escombros (la canción que en Pegaso les pidió al grupo y ellos le dijeron que no la llevaban en setlist y ya verían si podían tocarla en octubre) y Genie. Imaginaos su cara cuando hablaron de él en la radio. Y que dijeran que había escogido las dos más jodidas para tocar en acústico. Al final, adelantaron en acústico dos temas de su próximo disco (Aviones y En tu naufragio, aunque esta segunda no tengo muy seguro el título)… y cuando el programa estaba a punto de acabar, le dedicaron Genie. Creo que me ha hecho escuchar esa versión como novecientas cincuenta y cuatro mil doscientas setenta y ocho veces.

Bueno, la cosa es que tras finalizar el programa nos invitaron a llevar a Kike a las pruebas de sonido. Cosa que a Kike le fascinó (eso de ver las entrañas del concierto). Sinceramente, tengo que decir que los chicos de Whisky Caravan como músicos son cojonudos, ahí tienen dos discos para demostrarlo, pero como padre de Kike, tengo que añadir que como personas son también muy grandes. Ya no solo por las pruebas de sonido, sino por su simpatía, amabilidad y cercanía; mi hijo Nacho les hizo un dibujo y Danny estuvo muy cariñoso con él (y hasta le dijo que había clavado al batería, cosa que a él le encantó), y al finalizar el concierto se hizo una foto con Kike y le animó a seguir así. Nos habría gustado pillar también a Víctor Fraile, pero no le vimos.

Centrándonos en el día 21, tengo que decir que, si en disco son grandes, en directo son brutales. Tienen una fuerza y un carisma que llena cualquier escenario en el que se suban y el 21 de octubre de 2017 se hicieron con la sala Caracol sin problemas.
En cuanto sonó el primer acorde del concierto mi hijo abrió los ojos como platos y me gritó al oído “¡es escombros!”. Y sí, abrieron con Escombros. Ya solo con eso se metieron a Kike en el bolsillo un poco más. Luego desgranaron una serie de canciones de sus dos discos ante un público entregado y que coreaba las letras. Buen sonido en la sala, buena química con el público y buena música. ¿Se puede pedir algo más?

Bueno, pues por si fuera poco contaron con varias colaboraciones: Dave Gómez (Evohé y Deniro), Alfre Camarote, Morti (espectacular Aquí y ahora; que por cierto, también se hizo una foto con Kike y le reconoció de los conciertos, cosa que a él le hizo especial ilusión, por supuesto), Marcos Molina (que subió para acompañar a Whisky Caravan en Fuego y gasolina en guitarra y voz, y a continuación subieron Santos y Jorge Correa, guitarrista y batería de Gritando en silencio, y el escenario se convirtió en una fiesta con El rock and roll de Barrabás; Santos, por cierto, también se acordaba de Kike del concierto en la sala Copérnico y estuvo charlando con él y animándole a seguir tocando la guitarra).

También hubo colaboración de dos chicas (no me quedé con los nombres, lo siento) que acompañaron No estás muerta y Quiero con violín y contrabajo. Espectacular, sinceramente.
La única pega que se le puede poner a un concierto como el del sábado es que se acabe. Ahora solo nos queda esperar hasta que salga el próximo disco. Nosotros estaremos allí.

PD: La fotografía de Danny Caravan en el concierto está hecha por Marina Benítez. https://rockluegoexisto.wordpress.com Danny Caravan. 21/10/17

Autores de aquí y ahora

Admitamos una cosa: por más que nos gustaría, no vamos a poder leernos todos los libros que existen en el mundo. El tiempo, para nosotros los seres humanos, es finito (por desgracia, pienso yo) y por tanto, aquellos a los que nos gusta leer nos vemos obligados a seleccionar leyendo qué vamos a ocupar nuestro tiempo. Al menos, yo lo veo así.
Por esa razón, cuando busco un libro intento poner por delante el aspecto que para mí es más importante en la lectura: que me interese según el tipo de apetito que tenga en ese momento. Me considero un lector versátil y capaz de atacar cualquier género, aunque admito tener una cierte preferencia hacia el terror y los libros de misterio (y últimamente, la épica fantástica tipo Abercrombie, Sanderson y Martin), pero esto es como la comida: a veces te apetece dulce, a veces salado; a veces te apetece paella, otras veces comida mexicana. Así que cada vez que termino un libro la primera pregunta que me hago es «¿qué me apetece ahora?«. Ya os digo que tengo mis preferencias, pero eso no ha evitado que en ocasiones coja libros de humor, de histórica, de aventuras (tuve una época muy Clive Cussler, larga vida a Dirk Pitt) y hasta de erótica (género que tampoco es que me emocione demasiado).
Una vez escogido el terreno de juego, debo buscar al jugador. Y aquí es donde entra el instinto. A veces es la sinopsis, a veces la portada, a veces el tema, a veces yo que sé, que se alinean los astros y vete tú a saber.
Hasta hace unos años debo reconocer (y lo hago sin problemas, oye, porque a cada uno le gusta leer lo que le salga del cimbrel) que leía autores americanos, ingleses y nórdicos (tuve también una época muy Mankell, aunque reconozco que ahora me cansan) pero poco, muy poco, de autores de aquí, producto patrio. Vamos, que me había leído los que eran obligatorios en el colegio y, de motu propio el de Zafón, La sombra del viento (que me gustó mucho, oye, pero nunca he seguido con las continuaciones. Tardaron tanto en salir que para cuando lo hicieron ya no me apetecían… algo que me da que le va a pasar a muchos con Juego de tronos, sobre todo ahora que la serie va a terminar…).
Bien, pues a lo que iba… cuando me dijeron que me publicarían El cuarto jinete abrí mi abanico al producto nacional. Fue algo natural, motivado por el interés que en ese momento me producían los zombies (ahora reconozco que se me ha pasado la fiebre, aunque joyas como Train to Busan, vaya peliculón, de repente resucitan ese ansia dormida). Así, me eché al gaznate Apocalipsis Z, de Manel Loureiro, ya que había sido el precursor de esa Línea Z que ahora me abría las puertas a mí. Reconozco que disfruté como un enano de su primera entrega, que la segunda me aburrió y que la tercera me estaba aburriendo hasta el momento tren. De ahí al final, un espectáculo pirotécnico interesante.
A lo largo de estos años he leído muchos libros de autores de aquí y ahora. Por proximidad, porque les conocía en eventos y me interesaba descubrir sus voces narrativas, yo que sé. Al final, obviamente, se reduce al qué me apetece y al qué me interesa. No me leo a todos los autores porque sí, a algunos los cato y no vuelven a pasar por mis manos, otros los disfruto y se convierten en parte de mi librería creciente y a otros muchos no llego a leerles. No hay ninguna razón para explicar esto que no sea subjetiva. Qué me interesa y qué me apetece.
Y sí, estoy seguro de que me dejo en el tintero a muchos autores españoles. Como os decía, el tiempo es finito y no me da tiempo a todo. Ni siquiera me leo todo lo que escriben algunos a los que ya considero amigos míos (de la misma manera en que yo a ellos no les exijo que se lean todos mis libros), pero he aquí algunos autores que sí he leído.
Comienzo por arriba, por esos a los que mantengo vigilados para pillar lo que saquen en cuanto lo hagan (una posición en la que están porque me ha gustado lo que han escrito hasta ahora y dejarán de estar cuando no me interese lo que me cuenten):
Mikel Santiago. No le conozco personalmente y le descubrí de rebote cuando me preguntaron si quería reseñar su segunda novela, El mal camino. Descubrí a un autor de estilo fresco y directo, ritmo trepidante e historias que me gustaría escribir a mí, a medio camino entre el thriller, el misterio y los toques sobrenaturales. Me he leído sus tres novelas y las he disfrutado las tres.
Darío Vilas. Me considero afortunado de poder llamar amigo a este gallego, porque además de gustarme mucho cómo escribe, como persona me parece un tipo estupendo cuyos gustos, curiosamente, son al mismo tiempo muy parecidos a los míos y también diametralmente opuestos en otras cosas. Darío es una de las pocas personas en el mundo a las que hago caso si me dicen «esto te va a gustar» o «esto no te va a gustar», porque acierta siempre. Vamos, que conoce mis gustos. Y digo todo esto porque, curiosamente, los libros que escribe Darío tienen todas las papeletas para no gustarme, no son mi rollo, y sin embargo, este tío tiene algo, una voz narrativa espectacular, que me fascina. Reconozco que no me he leído sus dos novelas zombies (Instinto de superviviente y Lantana), pero me ha fascinado con Babujal y El tiempo como enemigo. También con sus libros de relatos. Tengo El hombre que nunca sacrificaba a las gallinas viejas, con la que ganó el Premio Nocte, en mi lista de pendientes.
Miguel Aguerralde. Como a Darío, considero a Miguel un amigo. De hecho, fue el primer amigo de este círculo literario al que conocí, cuando los dos andábamos perdidos y solitarios por las calles de Avilés. Su Próxima parada: la casa de muñecas me dio a conocer a Matt el Rojo y reconozco que siento una profunda obsesión por ese personaje. Los que hayan leído El cuarto jinete: Destrucción masiva pueden dar fe de ello. Me falta por leerme Alicia y hasta el momento, de todos sus libros, únicamente no he comulgado con Laberinto, que no acabó de cuajarme.

Hay muchos más autores que he leído en estos años. Enumerarlos a todos uno por uno haría que este post fuera inmenso, así que voy a intentar ser más rápido haciendo una pequeña lista y, si se da el caso, acompañándola de un pequeño comentario. Juan de Dios Garduño (fascinantes Y pese a todo y El camino de baldosas amarillas), Ignacio Cid Hermoso (hablando de voces narrativas espectaculares, la de este chico lo es. Para mí Nudos de cereza es un libro redondo. Tengo pendientes un par de novelas suyas, pero es que a Nacho hay que leerle estando preparado para zambullirte en él, no vale cualquier momento), Claudio Cerdán (Sangre fría y El club de los mejores), Andrés Díaz Sánchez (el hombre detrás de Skarrion Gunthar), Javier Pellicer, Juan Gómez Jurado (espectacular El paciente, y también muy disfrutable Cicatriz), Emilio Bueso (uno de esos autores a los que cuando leo, como escritor reconozco en él una fuerza y una voz interesantes pero que no termina de encajar con mis gustos como lector), Joe Álamo (creador de otro de esos personajes que me fascinan, en este caso Tom Z. Stone, cuya trilogía he devorado y disfrutado enormemente), Mariano Gambin (después de leer Colisión he puesto en lista de espera un par de sus novelas anteriores) Ismael Martínez Biurrún (me leí Un minuto antes de la oscuridad y su trama no acabó de engancharme, pero tengo, por recomendación de Darío Vilas, Invasiones entre mis pendientes), Javier Cosnava (en cuya etapa histórica no me he adentrado), Alejandro Castroguer (de él solo he leído El manantial, esa novela casi gore de la Línea Z, y algunos relatos), Sergio Sánchez Morán (lo bien que me lo pasé con El Dios asesinado en el servicio de caballeros), Blue Jeans (no soy su público objetivo, pero después de conocerle en un Celsius decidí leerme Canciones para Paula para ver su estilo… y no me extraña nada que arrase, la verdad)…
Sigo: Dolores redondo (solo me he leído El guardián invisible de su trilogía de Bazán), Alfonso Zamora (otro de la quinta de los zombies de Dolmen), Carlos Sisí (Disfruté mucho con Los caminantes, no tanto con su secuela y de nuevo mucho con la tercera parte. No he seguido adelante con la saga porque ya me ha pillado out del mundo zombie. Eso sí, me fascinó Edén interrumpido y me parece que las primeras doscientas o trescientas páginas de La hora del mar son una puta gozada…), Manel Loureiro (además de su trilogía, que ya la he comentado más arriba, me leí Fulgor, pero no me gustó), Daniel Pérez Espinosa, Javier Quevedo Puchal, Javier Martos, Pablo García Naranjo, Santiago Posteguillo, Manuel Martín, Juan Miguel Fernández, Juan Ramón Biedma (El manuscrito de Dios sigue siendo mi libro favorito de entre los que ha escrito, aunque reconozco que tengo pendientes sus dos últimas novelas), Sergi Llauger (no me he leído Diario de un zombie pero El yermo me fascinó y me hizo querer escribir cosas postapocalípticas)…
Estoy seguro de que se me olvida algún autor español que sí he leído… ahora mismo no recuerdo más.

Lo que sí puedo deciros es que tengo en la lista de pendientes libros de César Pérez Gellida, Virginia Pérez de la Puente, Ana Coto, Sergio R. Alarte, David Mateo, Alberto Caliani y algún otro que ahora no recuerdo pero que estoy seguro de que cuando mire la estantería diré mierda, a este no le mencioné.

Y… ¿Para qué esta entrada en el blog? Pues para nada en concreto. Simplemente me apetecía comentaros algunos de los libros que me he echado al gaznate. Si con eso os descubro a algún autor, pues mirad, dos pájaros de un tiro. Si os apetece dejar en los comentarios algún otro nombre, yo os lo agradeceré enormemente (y os diré si lo he leído y he olvidado mentarlo, si no lo he leído, si me interesa, me motiva o si por la razón que sea no me cuadra). Preferentemente, terror, thrillers o fantástico. Pero vamos, que podéis verter aquí cualquier cosa.

De cómo y por qué me convertí en lector

No recuerdo a qué edad comencé a leer, ni tampoco si lo hice con ganas o con interés. Lo que sí recuerdo, a la perfección, es que estuve enfermo con seis años. No me preguntéis qué fue, porque el recuerdo no llega tan hondo. Sé que tuve fiebres altas y que me pasé varios días metido en la cama de mi madre sin levantarme. Ella se sentaba a un lado y me leía capítulos de un libro cuyo título, maldición, tampoco recuerdo. Sé que era de aventuras, poco más puedo deciros sobre ese libro. Sé que el protagonista era un caballero y había princesas, castillos y hasta dragones. Recuerdo lo mucho que me emocionaba que llegara mi madre y empezara a leer. También me acuerdo de la frustración al terminar un capítulo dejándolo interesante para el siguiente (lo que ahora llamamos cliffhunger).

Ese fue el libro que me hizo engancharme a la lectura. Con aquellas aventuras narradas junto a la cama comprendí que los libros nos transportan a otros mundos, nos hacen vivir otras vidas y nos enseñan cosas que jamás veremos con nuestros ojos. Desde entonces soy un lector voraz. No rápido, porque llevo un ritmo tranquilo y según qué libros prefiero degustarlos tranquilamente o devorarlos con ansia, pero siempre tengo un libro empezado y voy recorriendo el camino que me marca hasta llegar al final.

Allá con trece o catorce años mi hermano me entregó un volumen en tapa dura de un señor muy feo (cuya foto ocupaba la mitad de la contraportada y aparecía en ella con los ojos muy abiertos y una expresión que nunca he sabido si pretendía dar miedo o risa) llamado Stephen King. El libro en cuestión era La tienda y mi hermano me dijo lee esto, sin más información.

La verdad es que seguía los consejos de mi hermano. Él me enganchó una época a los Librojuegos (mi preferido siempre fue Laberinto mortal) y a los de Elige tu propia aventura. Hay varios libros que siguen estando en mi top que me recomendó él, como por ejemplo Cero absoluto, de Allan Folsom. Un libro del que me dijo hagas lo que hagas, no leas la última página hasta que llegues a ella o te vas a joder una gran sorpresa. Le hice caso y flipé con la última frase del libro tanto como había flipado él. Aún sigo haciéndolo cuando lo recuerdo. Y fijaos, desde ese momento comprendí que un spoiler (otra palabra que por aquel entonces no existía y que definíamos como joderte la trama) era algo maligno y que se debía evitar a toda costa. Hoy lo llevo por bandera. Procuro no leer noticias sobre series, libros y ya he llegado hasta el punto de no ver trailers (desde hace unos años los trailers te cuentan toda la película, ¿dónde ha quedado aquello de meter ganas pero sin desvelar la trama?)

La tienda. Definitivamente, un libro capaz de volarte la mente. El juego de la cizaña llevado hasta las últimas consecuencias. Una maraña de nombres y relaciones entre personajes tan brutal que no me extrañaría que haya gente que necesite leerlo tomando notas en una libreta. Bien, aquel señor feo de la contraportada me fascinó hasta tal punto que desde ese momento me dediqué a la ardua tarea de leerme todo lo que hubiera escrito. Algo que sigo manteniendo también hoy. Excepto El juego de Gerald, que lo he empezado hasta tres veces sin conseguir leerlo entero, me he leído todo lo que ha escrito, lo bueno, lo malo y lo regular.

Como digo, siempre tengo un libro a mano. Leo en cualquier momento que tengo disponible para hacerlo. Paso épocas en las que leo mucho y otras en las que leo menos, pero siempre algo y todos los días aunque sea un minuto (el de acostarme hasta quedarme dormido, muchas veces con el libro al lado y la luz encendida… cosa que a mi mujer le molesta bastante, ups).

Nada alimenta mi mente como un buen libro. Y soy un yonki de esa sensación de vacío existencial que se te queda cuando terminas de leer algo que te ha absorbido y arrastrado a su universo.

Y de hecho, es gracias a todo esto que soy escritor. O que lo intento.

El cuarto jinete: Ecolalia

No hay sitio al que huir si la muerte corre más que tú.

Han pasado ya cinco años desde que publiqué aquel libro titulado El cuarto jinete. Lo he dicho siempre y juro que es verdad, que cuando puse aquel punto final no había nada más lejos de mi mente que continuar la historia. Para mí, aquel era un final cerrado. Quería contar la historia de Castle Hill y eso fue lo que hice. Sí, había ahí un resquicio, una grieta por la cual era evidente que el virus se fugaría y la epidemia daría se escaparía al control humano, pero no tenía interés en contarlo.

Entonces empecé a recibir mensajes de lectores preguntándome si habría más, la editorial se me acercó también… y las musas despertaron. De aquellos lodos surgieron del tirón ECJ: Armagedón y ECJ: Destrucción masiva. Y ahí sí, me dije, caso cerrado y a otra cosa. Sinceramente, acabé saturado de muertos vivientes. Mi imaginación se escapó en otras direcciones y coqueteé con el thriller histórico (No existen los monstruos), la ciencia ficción (Orilla intranquila), el thriller actual (Pacto al filo de la medianoche) y hasta el género de aventuras con pinceladas de terror (El niño que quería ser un goonie).

Y así estaba, sin ninguna intención de volver a escribir sobre señores muertos que corren para comerse a los vivos, cuando me vino una idea en la playa. Hasta me compré un cuaderno para tomar notas y empecé a escribir la historia. Sin embargo, no acababa de estar centrado y la dejé. Tuvo que pasar un año para que volviera a mi cabeza con fuerza, y ahí sí, lo supe, podía escribir eso sin problemas.

Lo primero que hice fue ponerme en contacto con la editorial y preguntarles si había hueco en el momento actual por el que estaban pasando para un jinete más… (el cuarto cuarto jinete, tiene coña). Les advertí que no era una secuela directa, aunque es evidente que están relacionadas y se mencionan algunos sucesos ocurridos en la trilogía original. Tampoco es una precuela. En realidad, es un poco ambas cosas, y ninguna al mismo tiempo.

Ahora estaréis murmurando: “¿Eh? ¿Qué es lo que ha dicho?”.

Supongo que ya lo entenderéis cuando llegue el momento.

En la recta final del 2017 vuelven los zombies. El cuarto jinete: Ecolalia.

Pronto…

Whisky Caravan. Concierto 15/7/17

La noche del pasado sábado 15 de Julio Whisky Caravan jugaba en casa. Como parte de la celebración de las fiestas del barrio de San Blas, en la Plaza San Cristobal se montó un escenario para llevar a cabo un concierto más de la banda liderada por Danny Caravan.

Nosotros les descubrimos no hace mucho, la verdad. Allá por Mayo fuimos a la Sala Copérnico para ver a Gritando en silencio y unos días antes nos enteramos de que habría unos teloneros llamados Whisky Caravan. No habíamos oído hablar de ellos nunca, tampoco habíamos escuchado ninguna canción, pero lo remediamos unos días antes por aquello de que nos sonara alguna en el concierto. Así descubrimos a un grupo con un sonido muy potente, unas letras intensas y una voz cargada de personalidad y fuerza, de esas que penetran hasta el fondo del cerebro.

Lo mencionamos en su momento. La verdad es que aquel concierto nos decepcionó sobremanera. No por los dos grupos, ojo, sino porque el sonido estaba demasiado saturado y costaba entender alguna palabra entre el infernal ruido. Al principio pensábamos que sería cosa de los teloneros, y la verdad es que maldijimos un poco porque aquello no les hacía justicia a lo que habíamos escuchado en sus discos. Con un sonido como el suyo, con una voz como esa, aquello era una soberana porquería. La decepción fue total cuando salieron los andaluces de Gritando en silencio y aquello no había mejorado. Pensando que era cosa nuestra empezamos a preguntar alrededor y no, la gente opinaba lo mismo. Una verdadera pena.

Por otro lado, el mal sabor de boca que nos dejó el audio se contrarrestó un poco con lo que vimos. Dos grupos potentes y que llenaban el escenario. Dos grupos que deberían estar tocando en sitios mejores y más grandes y que tienen muchas cosas que decir. Dos grupos cuyos guitarristas, por cierto, le regalaron a Kike (el primogénito Blázquez, que tiene siete años y ya dice que su plan favorito es ir a conciertos de rock) una púa cada uno. Por si fuera poco con la música, ya le tienen encandilado.

El caso es que necesitábamos quitarnos el mal sabor de boca. Nos queda pendiente volver a ver a Gritando en silencio, eso sí. De momento, surgió esta oportunidad para volver a ver a Whisky Caravan y allí nos presentamos los tres (mi mujer, Kike y yo).

Al César lo que es del César: nos cruzamos con el grupo antes del comienzo del show y todos ellos se acercaron a saludarnos y estuvieron hablando con Kike y bromeando con él. De nuevo, si ya le tenían en el bolsillo imaginaos ahora, que se pasó todo el domingo recordando que ha conocido al grupo. Le preguntaron por su canción favorita, él lo tiene bastante claro, es Escombros, y… maldición, no la tienen en el set-list. Pero le dijeron que intentarían tenerla para Octubre (ah, sí, tenemos entradas para su concierto de fin de gira en la sala Caracol).

Bien, puede que el volumen fuera más bajo de lo deseado por una banda (y sus seguidores) de rock, pero lo cierto es que sonaba claro y rotundo. Cada instrumento iba limpio y la voz de Danny Caravan se entendía a la perfección. Este sí pudimos disfrutarlo. Como decía al principio, jugaban en casa (el propio cantante reconoció que vivía a unos minutos de allí) y se les notaba cómodos. Durante hora y media desgranaron títulos de sus dos álbumes, como Volver, A salvo en el dolor, No estás muerta, Fuego y gasolina, Genie, Quiero, Aquí y ahora, Sombrero, Solo un susurro… e incluso nos permitieron oír un tema nuevo (¿me pareció entender que se titulaba Naufragio?), pues al parecer entran a grabar nuevo álbum en Noviembre. Por supuesto, el final del espectáculo llegó con Hacia ningún lugar, una canción que se ha colado en mi lista de imprescindibles y que tiene uno de los finales más potentes de los últimos años.

Bien… en el top de preferencias tanto Kike como Cris y yo coincidimos en que Hacia ningún lugar fue una de las mejores. La otra es discutida: Kike y yo decimos que A salvo en el dolor y Cris dice que No estás muerta.

En cuanto a las ausencias, la de Kike es obvia, le falta Escombros en el set list. Para mí, falta Aullar y para Cris Ciao Bella… y aquí hasta podría ponerme de su parte. Esa canción en directo puede ser un subidón.

Como ellos mismos dijeron, el 21 de octubre en la sala Caracol, más y mejor. Allí estaremos.

Normalmente no hago entradas hablando de los conciertos a los que vamos… de hecho, tengo la web un poco abandonada, pero en este caso creo que es una necesidad. Todo lo que sea ayudar a que se conozcan grupos como este, merece la pena. Y si no les habéis escuchado, hacedlo. Valen, y mucho, la pena. Para mí, de hecho, se cuelan en el top. Sigue liderando Bunbury, pero es que ese tiene el puesto fijo ya, y luego ahí andan entremezclados Inmune, Gritando en silencio, Whisky Caravan y Doce lamentos.

 

El niño que quería ser un goonie

El título vino a mí. Estaba jugando con mis hijos, pensando en películas que quería que vieran algún día y disfrutaran como yo las había disfrutado, y la primera que vino a mi mente fue, sin duda, Los goonies.
Y yo siempre quise ser un goonie.
Así que aquí estamos, a dos semanas de que se ponga a la venta mi nueva novela, El niño que quería ser un goonie, una historia de aventuras y misterio con un cierto toque nostálgico, ya sabéis, de ese que suele estar presente en mis historias en forma de homenajes a todo aquello que me ha hecho disfrutar en algún momento.

Podría decirse que esta historia comienza con Yago Arquero viendo Los Goonies. O tal vez lo hiciera mucho antes, con el sangriento y macabro final de la familia Kostka.
Yago Arquero tiene ocho años y un hermano mayor. Los dos van a pasar junto a su madre las vacaciones de verano en un complejo hotelero llamado El Nirvana. Un lugar perfecto para vivir cientos de sueños y correr aventuras, un paraíso donde hacer amigos y crear su propia pandilla de goonies. Pero a veces el paraíso es tan solo la fachada que vela una oscura pesadilla.
Víctor Blázquez nos ofrece una historia conmovedora sobre un niño lleno de imaginación. Yago está a punto de descubrir que bajo la perfección se esconden horrores sin nombre. ¿Por qué una niña escribió en la pared del fondo del armario “No quiero estar aquí”? ¿Y qué es eso que se arrastra por la noche hacia su ventana?

¡¡¡Ya en preventa!!

Resultado del sorteo

Realizado el sorteo, apuntados todos los nombres junto a las abreviaturas web (los que pusieron un comentario en la web) tw (los que compartieron el twitter) fb (los que comentaron en facebook) y Co (los que compartieron el sorteo en facebook)… finalmente la ganadora ha sido…

¡¡¡ENHORABUENA!!!