Y una razón más para amar Misfits

A pesar de la pérdida de Robert Sheehan, Misfits sigue siendo una de las series más refrescantes del panorama televisivo actual, una verdadera declaración de intenciones y una demostración de que se puede hacer una serie cojonuda con un presupuesto ajustado. Y bueno, el cuarto capítulo de la tercera temporada sirve como perfecto ejemplo de por qué Misfits debería ser vista… y amada.
¿Cuántas veces se ha fantaseado con la hipótesis de matar a Hitler antes de que tenga ocasión de comenzar su reinado de terror? En Misfits dan un paso más, aprovechan los superpoderes y realizan un viaje en el tiempo con la intención de acabar con Adolf Hitler… que por supuesto sale mal y acaba dándoles a los nazis aún más poder del que tuvieron en realidad. ¿Conclusión? Los nazis ocupan inglaterra, ganan la guerra y el presente es un estado fascista y represivo donde la policía ejecuta y controla al resto. Y ahí es donde nuestros protagonistas se encuentran viviendo de la noche a la mañana, formando parte de la resistencia encubierta contra los nazis.
Un capítulo de aplauso.
Y eso que no pude parar de pensar qué habría hecho Nathan en esa situación. Habría sido el descojone.

Misfits. Temporada 3

Misfits es una de esas pequeñas maravillas que aparecen por sorpresa y de repente están ahí para quedarse. Lo malo de esta serie inglesa sobre adolescentes en servicio comunitario con poderes es que viene en dosis excesivamente pequeñas. Ese mítico formato BBC de seis capítulos por temporada sabe a tan poco que deprime cuando termina.
Pero mientras dura, es una gozada.
Recién comienza la tercera temporada, y es duro no ver en pantalla a Robert Sheehan, que se había ganado por méritos propios el carácter de principal reclamo. Su Nathan era tan histriónico, tan malhablado, tan cerdo y surrealista que se convirtió sin ninguna duda en lo mejor de la serie. Para los fans de Misfits, fue un duro golpe saber que no estaría en la tercera temporada. Y aún así, Robert se prestó a grabar un minicapítulo para internet justificando su salida de la serie. Otra pequeña joyita.
La nueva temporada se ha centrado en presentarnos a su sustituto y los nuevos poderes del grupo principal. Y de momento, la cosa mantiene el pulso. ¿Se echa de menos a Nathan? Yo creo que sí, y que siempre será así. Era parte del alma de la serie. Aún así, me lo he pasado en grande viendo este primer capítulo y sé que disfrutaré el resto de temporada.
Larga vida a Misfits.

Misfits

Hace un par de semanas que quiero hablar de Misfits, una serie británica que terminé de ver hace poco y que me ha encantado. Apenas son dos temporadas, por el momento, de seis y siete capítulos. La trama, tan en principio manida como un grupo de jóvenes que se encuentran cumpliendo servicio comunitario por pequeños delitos y que, de repente, reciben super poderes… casi todos ellos, porque el poder de Alisha no lo querría yo para mi…
Y sí, en principio no suena como algo novedoso o atractivo, pero Misfits guarda en su interior una verdadera joya del entretenimiento. En gran parte gracias a Nathan, interpretado por un genial Robert Sheehan que tiende a la sobreactuación y se roba cada secuencia en la que interviene, un personaje tan desfasado, gesticulante y desagradable que acaba por convertirse en el motor y alma de la serie.
Pero no sólo de Nathan vive Misfits. Hay que reconocer que, con bastante poco, los ingleses han logrado crear una gran historia, sin grandes presupuestos ni alaracas, con una trama bien desarrollada, unos personajes muy bien estructurados y la suficiente fuerza dramática como para tenerte enganchado durante su corto pero intenso recorrido.
Y encima, como regalo, la segunda temporada acaba con el mejor, y más apóstata, capítulo navideño que he visto en mi vida. Creo que no me he reído tanto desde hace tiempo, gracias en parte a ese «We have to kill Jesus» y el «nacimiento del alien» (el que haya visto la serie entenderá la referencia).
Una serie que recomiendo con los ojos cerrados. Un verdadero disfrute.