Misiones Imposibles

Continuando con la revisión de la saga Misión Imposible, hace un par de noches vi la segunda parte de nuevo. Aún recuerdo cuando la vi en el cine y al salir escuché comentarios del tipo «vaya fantasmada», y yo tuve que reprimir eso de «por supuesto que es una fantasmada, porque esto no es Misión Realista, sino Misión Imposible». Es una fantasmada, sí, pero no en un sentido peyorativo, joder.
De hecho, eso es lo que nos gusta de las películas de acción. Que se pasen los límites.
No estoy seguro ahora mismo, pero creo recordar que ésta fue la última película decente de John Woo. Porque la verdad es que la película es trepidante, y si bien es cierto que la relación entre las películas de Tom Cruise y la ciudad de Sevilla es surrealista, apenas concede minutos de relajación al espectador.
Pero es que además va in crescendo. A partir del robo en China todo es acción pura, y la recta final es digna de volver a verla.
Y por supuesto, ya que visité de nuevo Misión Imposible 2, me permití el lujo de meterme en los extras del DVD para volver a reírme con Misión Improbable y ese Ben Stiller disfrazado de Tom Crooze.
Y ayer terminé la trilogía.
Vistas las tres de nuevo, creo que la tercera parte es la mejor. En todos los sentidos, además, porque técnicamente es brutal (y contiene algunos planos que aún me pregunto cómo demonios los hicieron) y es absolutamente trepidante.
Phillip Seymour Hoffman es la clase de tipo que uno no espera ver en una película como esta, pero lo cierto es que su villano está por encima de cualquier otro villano de la saga. El inicio de la película, con ese interrogatorio, es impresionante, y sienta las bases de lo que va a ver: una descarga de adrenalina pura de hora y tres cuartos de duración.
Acción pura. J.J Abrams dirige de forma espléndida y nos regala algunas secuencias merecedoras de aplauso. La primera que me viene a la mente, sin duda, es el ataque aéreo al puente, una secuencia sublime. Pero hay más, como son toda la operación en el vaticano, el rescate en Berlín del comienzo, o «El Péndulo» en Shangai. Todo con un gran McGuffin como motor de la acción, la pata de conejo, y con unos diálogos salteados con dosis de humor, algo presente en toda la saga pero que creo que aquí cobra una mayor fuerza.
Me quedo con la frase de Lawrence Fishburne: «Me cortaría las venas para que la bandera de Estados Unidos no perdiera el rojo».

Misión Imposible

He vuelto a ver Misión Imposible. Recuerdo que la vi en el cine cuando se estrenó y me pareció una gran película de espías, magníficamente rodada por un Brian de Palma a punto de empezar a matar su carrera, y bien interpretada por Tom Cruise, John Voight, Jean Reno y Ving Rhames.
Hoy, al verla, sólo me ha parecido un capítulo extendido de Alias.
No, es broma, la verdad es que el agente Ethan Hunt tiene el carisma y la trama sigue siendo interesante aunque ya te la sepas. Es cierto que el estilo de Brian de Palma se me antoja lento, pero se debe más bien a que sé cual es el ritmo que tuvieron después la segunda y tercera parte. Sigue habiendo secuencias que te dejan con la boca abierta, dos en concreto: Ethan Hunt encontrándose con su superior en un restaurante de Praga y utilizando el chicle bomba para escapar; y el robo colgado de cuerdas.
Pero. Siempre hay un pero. No todo en la película ha envejecido correctamente. Lo cierto es que los efectos especiales cantan ahora la traviata. Recuerdo que cuando vi la película en el cine, fueron tres las secuencias que me dejaron con la boca abierta, y la tercera era la protagonizada por un tren y un helicóptero en un tunel. Esa secuencia ahora es cutre. Así, con las cinco letras. Cutre.
Pero bueno, no desmerezco el valor de una buena película de espías. Como planeo ver en estos días la segunda y la tercera, no haré una crítica comparativa y me esperaré al final.