Supongo que es fácil atrapar al espectador en la pantalla cuando tienes un reparto encabezado por Edward Norton, Paul Giamatti, Rufus Sewell y la muchacha florero (que no actriz) Jessica Biel.
Pero al final se reduce todo a las mismas ilusiones que predica el protagonista de la historia. Todo es un truco, y semejante reparto de lujo no es más que un truco para enmascarar una historia típica y tópica carente del menor signo de ritmo.
La película empieza bien, para qué negarlo, pero tras una primera hora bastante entretenida, cae en un pozo de letargo del que ya no es capaz de salir. La segunda parte de la película llega a cansar, más aún cuando uno sabe perfectamente cómo va a terminar la historia desde casi el principio. Y ahí, ni siquiera el bienhacer de Norton y Giamatti consigue que el espectador sienta la mínima tensión.
La fotografía es excelente, con unos tonos marrones y un peculiar «ruido» cinematográfico que recuerda al cine de los primeros tiempos, efecto que además intenta resaltar su director mediante otros efectos, como la manera de cerrar o abrir algunos planos. La ambientación también es buena, trajes y decorados están cuidados al milímetro. Y la música, que acompaña en algunos momentos y en otros desaparece por completo para resaltar la tensión del momento, es bastante buena también.
Eso sí, uno sale del cine con la impresión de que le han intentado colar una película regular. Pero bueno, una cosa estaba clara cuando quise ver «El ilusionista»: Esta no es la película de magos de la temporada, ni tampoco lo será la nueva de Harry Potter. La película de magos de la temporada es la de Christopher Nolan, con Bale a la cabeza. Esa sí la estoy esperando con ganas.