Lo de aprender a cortar no lo digo en el sentido en que uno podría aprender viendo pelis como «Saw», sino al sentido en que uno se pregunta por qué carajo alargan las cosas cuando no deben ser alargadas.
Saw, la primera y original, es una buena película. Tiene sus dosis de misterio, de suspense, de juego psicológico, algún que otro momento que puede dar miedo a aquellos que no están muy habituados a las pelis de miedo, un final impactante y algunos momentos que te hacen pasar tal grima que no sabes si quitar los ojos o seguir mirando.
Eso sí, nunca me gustó ese mal truco para no mostrar nada que utilizan en la saga y que consiste en, cuando va a ocurrir algo espantoso, ponen planos muy rápidos y muy cortos, con mucho movimiento y flashes blancos acompañados de sonidos de «terror».
Saw II ya fue una mala película. Que sí, que tiene sus momentos de angustia y de querer apartar la mirada (recuerdo sobre todo el hoyo de jeringuillas y el brazo atascado entre cristales), de las cuales sobresale por lo angustioso la escena de apertura de la película… con esa llave magistralmente escondida detrás de un ojo… con ese bisturí… y con esa nulidad narrativa, porque esa escena está metida ahí, como diría Adri, de clavoide. No viene a nada más que a hacer que la gente sufra un poco.
Pero es que ya la tercera parte se la han sacado de la manga. Aquí es cuando uno debe cortar. Si la saga no te da para más, no sigas, o si sigues por lo menos ten la decencia de admitir que es serie B y no engañes al personal. Menos mal que no me esperaba que fuera buena. Aquí las pruebas a las que someten al protagonista son absurdas (la de la escopeta la que más, pero vamos, la de los cerdos que alguien me la explique, menuda chorrada. Claro que ahora que lo pienso la del hielo… diosssss). Pero no es todo. La primera media hora de película podría sobrar. Luego te la intentan colar añadiendo algún flashback para hilar cosas, pero es que esta peli podría llevarse un premio a «Los flashbacks más innecesarios de la historia» (peleando con la tercera temporada de Lost, claro), y es que el primer flashback del protagonista en su casa con su hija aburre hasta a las butacas. Y los otros dos… pues sí, está guay que nos muestres de nuevo cosas de la uno, pero no aportan nada.
Y para colmo, esta tercera ni siquiera tiene grandes momentos de «grima». Vale, lo de retorcer al tipo ese es bastante desagradable, pero más porque lo piensas y lo oyes que porque muestren algo. El tobillo del hermano feo de Mark Whalberg también da grima. Y lo que podría haber sido una escena para el recuerdo de generaciones, que es la operación del craneo, la cagan por querer mostrar planos donde se ve el craneo y que todos podemos darnos cuenta de que es más falso que perry (lo siento, tenía que decirlo). Si esa escena la hubieran hecho dejando más planos de la cara del tio, hubiera acojonado muchisimo más. Hitchcock lo sabía: lo que más terror produce es aquello que no ves. Siempre que se haga bien.
Mala película.
Y entonces llego a «Heroes», esa serie que tanto está dando que hablar y que a mi me encanta. Y sí, me encanta, pero también sé admitir que los dos últimos capítulos han sido muy flojos, puros capítulos de transición mientras preparan lo que sea que quieren preparar con la cheerleader. Y a mi eso me putea. Hay cosas que deberían haber cortado (como se les ocurra hacer que la de la silla de ruedas también tenga poderes me cabreo, menuda subtrama más idiota esa, bastante con aguantar al Micah ese…)
En fin, Hiro Nakamura sigue siendo el rey indiscutible de la serie. Save the cheerleader, save the world.