Vaya por delante que no me considero reseñista y ni siquiera me gusta hacer reseñas. A veces, eso sí, me apetece hablar sobre los libros que leo y dar mi opinión sobre los aspectos que más me han gustado de la novela en cuestión. Y con eso por delante… Caminarán sobre la tierra, de Miguel Aguerralde.
Aguerralde es uno de esos autores que disfruto leyendo. Cualquier cosa que escriba tendrá un hueco en mi estantería y en mi opinión se lo ha ganado a pulso. Es un escritor que va al grano, que narra de manera dinámica y hace entretenida cualquier cosa que te cuente, y además las cuenta bien. Además, me gusta que sea tan hijoputa con sus personajes. Y si alguien no sabe de qué hablo, que vaya y lea Última parada: la casa de muñecas, que es un excelente thriller y tiene a uno de los mejores protagonistas policíacos del momento (y digo del momento porque quiero saga de Matt el Rojo).
Caminarán sobre la tierra es un híbrido. Lo digo en alto y con entusiasmo porque me encantan los híbridos. Me gusta cuando una historia empieza siendo una cosa y cambia radicalmente el rumbo en algún punto de su recorrido para transformarse en otra cosa. También significa más riesgo, porque hay muchos lectores que se descuadran ante esos cambios bruscos y se sienten decepcionados, pero bueno, hablo de mí y eso no suele pasarme. Caminarán sobre la tierra empieza siendo una novela de aventuras, al más puro estilo Indiana Jones, o mejor aún Dirk Pitt, con un aire tan Clive Cussler que me hace preguntarme si Miguel lee al buscatesoros por excelencia. Y esa parte es tan jodidamente entretenida que uno devora páginas casi sin darse cuenta. Fantásticos los flashbacks de los piratas y los jesuitas, por cierto. El caso es que en un momento dado, la novela vira hacia el mundo zeta (tan supuestamente de moda y tan denostado al mismo tiempo) convirtiéndose en un survival en toda regla por las calles de Las Palmas.
Puro entretenimiento, oigan. Del que te hace deslizarte por las páginas como si estuvieras en un tobogán. Y además, como se trata de Miguel Aguerralde, puedes estar seguro de que los personajes sufrirán y, sobre todo y mira que me gusta eso, que cuando mueran sea de forma tan repentina que sus historias, sus vidas y todo cuanto les rodea quede truncado de golpe. Y habrá quién diga «eh, pero entonces esto que me estabas contando de este personaje y que molaba porque iba a causar un conflicto con tal otro se ha quedado en el aire…» pero… ¿acaso no es la vida así? ¿Acaso no cesa todo de golpe cuando uno muere? ¿Y acaso no muere la gente independientemente de las cosas que aún le queden por hacer? Pues eso. Y Miguel se carga a algunos personajes que, o no te esperas que mueran o al menos no que lo hagan tan pronto.
Miguel Aguerralde no tiene compasión. Y eso mola.
En fin, que me lo he pasado muy bien leyendo su libro dolmeniano. Que creo que a cualquiera que le guste el género lo va a disfrutar y que aquel que no se relacione de forma normal con el mundo zombie puede encontrar en Caminarán sobre la tierra una puerta de entrada de lo más sugerente.
¿Es perfecto? No, porque perfectas en este mundo hay pocas cosas. Pero la novela está muy bien escrita y Miguel tiene su propia voz, y eso es muy importante, y la novela derrocha entretenimiento a raudales, y eso también es muy importante y nunca debería olvidarse. Si tengo que marcar algún defecto diré que no son relevantes en realidad y no menoscaban la capacidad de la novela para interesar y gustar a los lectores. El más llamativo de esos detalles: Las decisiones de Edgar y Flavio cuando el caos se desata, como policías a veces me resultaron incoherentes y bastante estúpidas. Un detalle nimio en el conjunto.
Cualquiera que me conozca, o que haya leído El cuarto jinete, sabrá que me encantan las referencias. Caminarán sobre la tierra tiene tantos guiños a películas como capítulos en su interior. El mejor, para mí, el de El Resplandor. Brutal.
Dos apuntes más y termino:
1) Miguel, escribe una novela de aventuras. (Sin olvidar que Matt el Rojo debe seguir existiendo)
2) Me he descojonado de la risa con la dedicatoria que Aguerralde me brinda en los créditos de la novela. En mi defensa añadiré que «Eugene», «Jaira», «Zoe», «Edgar» y «Flavio» no son precisamente nombres castizos. Incluso diré que a José le llamas durante la mayor parte del tiempo «Ventura». En serio, cuando lo he visto casi me atraganto al reírme.