Antes de nada, debo contar el por qué llevo tanto sin actualizar. He tenido tres semanas de rodaje intenso y fuera de Madrid, lo que me ha dejado con tiempo escaso para todo. En uno de esos ratos de ocio que pude disfrutar, el fin de semana arrastré a Cris en contra de su voluntad a ver la nueva película de Zack Snyder, al cual, después de Amanecer de los muertos y 300, y a pesar del bache que supuso para mi Watchmen, aún tenía en mi pedestal de «directores de cine a los que ir a ver sin rechistar».
Sucker Punch, pues ese es el título de la película, podría traducirse como «Golpe Bajo». Y oye, creo que el título le viene al pelo, porque realmente, la película es un tremendo golpe bajo.
Aunque creo que el término que mejor la define es el siguiente: PATOCHADA.
Hacía tiempo que quería utilizar esa palabra.
Zack Snyder no sólo se ha caído de mi altar de «directores de cine a los que ir a ver sin rechistar», sino que además ha entrado de lleno en el de «antiguos genios que no volveré a ver a menos que algún amigo cercano me lo recomiende encarecidamente».
En serio… Menuda patata de película. Y sí, no le niego a nadie que el amigo Snyder es un genio visual y es capaz de componer imágenes asombrosas, aunque también es cierto que me llaman menos la atención sus increíbles idas de olla digitales que, por ejemplo, el maldito plano secuencia de los tres espejos, que aún sigo preguntándome cómo demonios pudo hacerlo.
La peli es mala. No por lo visual, sí por lo auditivo (vaya lista de canciones, seeeeñor) pero sobre todo, sobre todísimo, por el patético guión que mueve la película. Y no me refiero a los cuatro cortometrajes o mini historias, que molan, sino a la trama central inventada de las chicas cabareteras, que es para mear y no echar gota. Terrorífica. No dejé de preguntarme, ni por un segundo, que grande podría haber sido si en vez de esa imbecilidad hubiera dejado la historia del manicomio.
Y los diálogos… dignos de un pelotón de fusilamiento.
Atroz es otra palabra que describe bien esta película.
Sucker Punch, pues ese es el título de la película, podría traducirse como «Golpe Bajo». Y oye, creo que el título le viene al pelo, porque realmente, la película es un tremendo golpe bajo.
Aunque creo que el término que mejor la define es el siguiente: PATOCHADA.
Hacía tiempo que quería utilizar esa palabra.
Zack Snyder no sólo se ha caído de mi altar de «directores de cine a los que ir a ver sin rechistar», sino que además ha entrado de lleno en el de «antiguos genios que no volveré a ver a menos que algún amigo cercano me lo recomiende encarecidamente».
En serio… Menuda patata de película. Y sí, no le niego a nadie que el amigo Snyder es un genio visual y es capaz de componer imágenes asombrosas, aunque también es cierto que me llaman menos la atención sus increíbles idas de olla digitales que, por ejemplo, el maldito plano secuencia de los tres espejos, que aún sigo preguntándome cómo demonios pudo hacerlo.
La peli es mala. No por lo visual, sí por lo auditivo (vaya lista de canciones, seeeeñor) pero sobre todo, sobre todísimo, por el patético guión que mueve la película. Y no me refiero a los cuatro cortometrajes o mini historias, que molan, sino a la trama central inventada de las chicas cabareteras, que es para mear y no echar gota. Terrorífica. No dejé de preguntarme, ni por un segundo, que grande podría haber sido si en vez de esa imbecilidad hubiera dejado la historia del manicomio.
Y los diálogos… dignos de un pelotón de fusilamiento.
Atroz es otra palabra que describe bien esta película.