No es por venganza, es por castigo

No, no es que esté preparando una kale borroca contra el Santander Central Hispano, aunque se lo merezca. «No es por venganza, es por castigo» es la frase promocional que acompaña a la película que acabo de ver.
Ayer fue «El Calentito», pero hoy giré completamente la rueda del género y me decanté por un film inglés de terror de bajo presupuesto. Wilderness, de Michael J. Basset. Y después de ver esto, es obvio que tanto los americanos como los españoles (estos más aún) deben aprender de los ingleses en cuanto a cine de terror se refiere. Porque Wilderness viene a demostrar una vez más que no hace falta tener un presupuesto multimillonario ni un reparto de caras conocidas, sino más bien una buena historia – que ni siquiera tiene por qué ser novedosa – y sabiduría para filmarla como es debido.
Y si no, hay están Wilderness, Event Horizont, y las dos últimas películas de Neil Marshall: Dog Soldiers y The Descent, esta última posiblemente la mejor película de terror de los últimos años.
De hecho Wilderness comparte con las películas de Marshall a dos de sus actores en papeles breves, pero intensos y de muerte sangrienta: El siempre magnífico Sean Pertwee, que aparecía en Dog Soldiers, y la cada vez menos hermosa pero hermosa aún Alex Reid, que aparecía en The Descent y que yo descubrí hace tiempo en aquel subproducto de la Fantastic Factory que fue Arachnid.
La trama de Wilderness no puede ser más sencilla. Se inicia en un reformatorio donde dos skinheads utilizan su superioridad física – y su debilidad mental – para hacerles la vida imposible a dos compañeros de cuarto más tímidos y débiles. Atención a esos diez minutos de presentación porque quizás sean de los más aterradores de toda la película por ser los más cercanos a la realidad.
Después de que uno de los tímidos se suicide, el reformatorio envía a sus seis compañeros de cuarto a una isla desierta, dentro de un programa de reeducación. allí deberán aprender a convivir entre ellos y colaborar unos con otros. Pero, lógico, la isla no está desierta. Un ex-soldado ávido de sangre y acompañado de cinco perros aún más sanguinarios que él empezará a cazarles uno a uno.
Ya os lo dije… no hace falta ni que la historia sea novedosa.
Pero lo cierto es que la película entretiene y está muy bien narrada. Michael J. Basset mantiene en todo momento un buen pulso narrativo, ayudado por unas excelentes actuaciones. Lo cierto es que miedo da bastante poco, más bien ninguno, pero adereza los enfrentamientos con unos cuantos litros de sangre y visceras que, sin llegar a ser gore, bastan para satisfacer al espectador ansioso de hemoglobina.
Y la pelea final a cuchillo es magnífica.
¿Lo mejor? El personaje de Steven, el cabecilla nazi, un tipo cien por cien desagradable pero tan bien construido que llega a caer bien de lo mal que cae. Ya sé que parece una contradicción, pero fijaos en el T-Bag de Prison Break.
¿Lo peor? Que Alex Reid y Sean Pertwee salgan tan poco.