Y me explico.
Si una serie está bien hecha, y hablo siempre de series seriadas y no episódicas, las tramas se irán desarrollando lentamente al principio y más rápido al final, incluyendo giros, sorpresas y falsos cruces que parezcan llevar a ciertos caminos que luego puede que sean explorados o no. Por tanto, empeñarse en ver cada capítulo con la necesidad de hacer un review obliga a fijarse en cada uno de esos matices y expresar lo que te hacen sentir, llevando en más de una ocasión a la más pura equivocación. E impidiéndote centrarte en el objetivo primario de cualquier serie: el puro y banal entretenimiento.
Fragante caso el de la sexta temporada de Dexter, una serie que siempre se ha caracterizado por tener primeros arcos normalitos y pegar buenos acelerones en su recta final. Con ver uno o dos capítulos, en multitud de foros y blogs se echaron las manos a la cabeza, gritando que era imposible que Dexter se redimiera por la fe y que por tanto, la serie había perdido su rumbo y debía ser cancelada.
Pero vamos a ver, almas cándidas… Dejad que los guionistas desarrollen sus tramas y cuando acabe la temporada expresad lo que os gustó y lo que no, qué caminos escogidos os agradaron y cuales odiasteis. Es más que posible que muchas de las cosas que en un capítulo te hicieron pensar «van a ir por aquí y lo odio» ni siquiera las recuerdes cuando la temporada termine.
¿Redimirse Dexter? Dexter habla sobre la redención, sobre la luz y sobre la fe. Reflexiona sobre eso igual que reflexionó en el pasado sobre los códigos genéticos que se heredan, las vicisitudes de tener pareja o la importancia de la familia. Al final, no dejan de ser pensamientos que nos guían a través de la trama, influyéndola en mayor o menor medida, pero sin cambiar la esencia del personaje. Dexter no va a redimirse. Dexter es el Mal, escondido en una botella en la que pone «no-del-todo-porque-sólo-mato-a-gente-culpable». Pero el Mal a fin de cuentas. El final del sexto capítulo lo reivindica, y todo el séptimo capítulo es una oda a la No-Redención. O casi, porque la reflexión sigue presente, y contínua. Y puede que regresen a esa senda, pero hasta que no termine la temporada no lo sabremos a ciencia cierta.
Recuerdo un capítulo de Lost, segunda temporada, Jack y algún otro lostie tienen una conversación más que estimulante para el espectador con los otros. En ella, los otros amenazan verbalmente a los losties. Les dicen «si os pasais de la raya habrá una guerra». La reunión se disuelve y cada cual vuelve a su lado de la isla. En los últimos minutos de capítulo, Jack se reune con el personaje de Michelle Rodríguez en la playa. La última frase del capítulo, aderezada con aquella fantástica banda-sonora-definitiva de Lost, era de Jack mirando con gravedad a la mujer policía y preguntando: ¿Cuánto tiempo se tarda en entrenar un ejército?. Aquel día, mi mente se emocionó, y aquella frase abrió la puerta a un montón de expectativas sobre el rumbo que iba a tomar la serie. Imaginaba a Jack y los suyos preparándose para una guerra. Amé aquella posibilidad. Nunca llegó. Aún sigo pensando que hubiera sido una gran forma de avanzar, pero eso es otra historia. Si aquel día hubiera hecho un review, habría alabado el camino que estaban tomando los guionistas, habría dicho cosas de ese estilo y… me habría equivocado. Porque tan sólo era una muesca más de la ruleta que conformaba la trama de la serie, una muesca que no llevaba a ninguna parte, pero ahí estaba, para hacerte creer que sí.
Dejad que las series lleguen a su final. Y si no os gustan, abandonadlas. Pero no os perdáis el lujo de disfrutarlas, sin ojo crítico, sin ansia comentadora, simplemente tu, la pantalla, y una puerta a entrar en el universo de lo que sea que te estén contando.