Tras un prometedor, aunque surrealisticamente editado, la cosa se pone lenta y tediosa. Ni la historia es nada del otro mundo ni visualmente me impresiona como si lo consiguen otros orientales como Johnie To.
Aunque puedo decir sin ningun tipo de verguenza que después de esa alocada secuencia final se me quedó la mayor cara de gilipollas que jamás ha cruzado por mi cara.
¿Qué demonios es eso?
Aún sigo parpadeando incrédulo.
Me reafirmo en que los japoneses están chalaos…