Zaragoza, 12 de Octubre de 2007, Héroes del Silencio sale al escenario pasadas las 21 horas. 40 metros de largo, 16 de fondo, un escenario extra adelantado y un montaje espactacular para ofrecer un concierto de dos horas y media largas. Song to the siren para abrir boca, los primeros acordes de El estanque, y estalla la locura. Dos horas y media de comunión entre los fans y la banda más importante del panorama español. Cosa que no tiene discusión. Nadie más en este país vende como ellos, agota entradas como ellos y levanta tantas pasiones como ellos. Aunque también levanten ampollas.
Dos horas y media de concierto que han sido orgásmicas. Dos horas y media de disfrute, de gritar letras de sobra coreadas, de vivir un sueño que se había convertido en imposibilidad y resultó ser posible, de sorpresa y sin avisar, cuando ya todo se daba por perdido.
Ahora no tengo voz. La perdí cuando llevaba cuarenta minutos de concierto y aún así seguí coreando las canciones. Empezaron rockeando en el escenario principal, avanzaron al escenario central para hacer un rato de concierto casi acústico, y entonces llegó el susto. Enrique Bunbury, que había llegado de la gira americana resfriado, pedía cinco minutos para coger aire y fuerzas y descansar. Nadie se movía, nadie dudaba de que no fueran a volver, y cumplieron. Regresaron al escenario con fuerzas renovadas, terminaron la parte acústica del concierto y regresaron al escenario principal para volver a dar caña a su púiblico, que para entonces ya estaba del todo entregado a ellos. Y la parte final del concierto estuvo plagada de los grandes éxitos que les han convertido en leyenda. Entre dos tierras, Iberia sumergida, La chispa adecuada, Maldito duende, Avalancha…
Dos bises. El primero de cuatro canciones y el segundo de tres. Despedida con aplausos hacia el público y agradecimientos seguidos de fuegos artificiales. En definitiva, una gran fiesta y un sueño hecho realidad.
Próxima estación, Sevilla.