A prueba de muerte sería la traducción de la última película de Tarantino, una película dividida en dos partes y en las que, por encima de todo, prima la conversación, muy en el estilo Tarantino de toda la vida. Filma la película con elegancia, ensuciando fotogramas a su antojo, montando mal algunas escenas por pura obsesión con el cine de serie Z, pero demostrando que es un genio con detalles tan sencillos como el inmenso plano secuencia que tiene lugar en la cafetería, mientras las segundas cuatro protagonistas desayunan y hablan y hablan sin parar, o en las persecuciones. Maravilloso el momento del primer choque de coches, y cómo Tarantino muestra lo que le ocurre a cada una de las cuatro ocupantes del vehículo. Sencillamente genial.
Casi sin sangre (más allá de ese brutal choque de coches no hay más sangre), verborréico, autoparódico (ese sherif que llama a su hijo «hijo número uno» ya salía en Kill Bill, la hamburguesería Big Kahuna que menciona el especialista Mike también aparecía en las conversaciones de Travolta y Jackson en Pulp Fiction, y el uniforme amarillo y negro que lleva Mary Elisabeth Winstead lleva escrita la palabra Viper, que me recuerda a las Viper de Kill Bill), y en definitiva divertido.
Sigue siendo un grande del cine. Y ahora, a esperar sus «bastardos sin gloria». A ver qué nos cuenta.
Sigue siendo un grande del cine. Y ahora, a esperar sus «bastardos sin gloria». A ver qué nos cuenta.