Hace años se estrenó una película de bajo presupuesto, dirigida por Danny Boyle en digital y que intentaba resucitar el género de zombies. Y lo hizo, con un magnífico gusto por las imágenes, haciendo que los zpombies dejaran de caminar torpemente y corrieran a toda velocidad (y joder, que miedo daba eso) planteando un mundo apocalíptico y con la premisa de que, pase lo que pase, al final somos los propios humanos el peor de los cánceres.
La película era 28 días después.
Me encantan las películas apocalípticas. Me encantan los grupos de supervivientes que se las ven y se las desean pàra sobrevivir y van cayendo poco a poco.
Y este año se ha estrenadco la secuela, bajo el título de 28 semanas después y dirigida por el español Juan Carlos Fresnadillo (otrora director de una de esas pocas joyas de la corona de este país, que es Intacto). Cambia el protagonista, del desconocido Cillian Murphy pasamos al conocido fullmonty Robert Carlyle. Cambia todo el reparto, de hecho.
Y la peli empieza. Un grupo de supervivientes, entre los que se encuentran Robert y su esposa (la antaño preciosa Catherine McCormack, ahora ya algo mayorcita) cenan en una casa tapiada desde dentro por ellos mismos. La llegada de un niño pequeño que huye de los zombies desencadena uno de los inicios de película más demoledores que se han visto en años. Y los planos de Carlyle huyendo por el prado mientras cientos de zombies corren hacia él desde todos lados son increíbles. Y maravillosa su cara mientras murmura, al final de la acción, «joder, joder, joder».
Después la película da un salto adelante. Los infectados han muerto y el ejército de EEUU está repoblando Londres. Y claro, por supuesto, las cosas no saldrán bien y todo escapará de control de nuevo. Como no quiero desvelar nada haré mención a las mejores secuencias: esa en la que un beso desencadena el desastre… y su sangrienta resolución; aquella en la que un grupo de supervivientes encerrados son atacados y el virus se propaga exponencialmente mientras tratan de huír; aquella en la que los tiradores de élite intentan disparar a los infectados que corren entre la muchedumbre que intenta huir… y reciben una orden ciertamente más complicada; Aquella en la que el agente Doyle sale del coche para empujarlo y conseguir que arranque mientras los niños le miran a través del cristal.
En defintiva, una muy buena secuela que me ha dejado con ganas de más del género.