Hoy me he puesto tras el volante en un coche por primera vez (aquella con cuatro años donde me dejaron tocar el claxon no cuenta), y la primera pregunta que me ha venido a la mente ha sido: ¿Por qué todos los profesores de conducir tienen pinta de borrachos?
Lo siguiente, aprender a pisar el embrague, a reglar los espejos, a sentarme en el sillón y a arrancar el coche. En mis brazos, el archiconocido efecto rigidez total. La primera vez que he pisado el freno ha sido bien a fondo, con ganas, y casi estampo al hombre contra el parabrisas. Que suave, me dice. Y nada, a dar vueltas por la zona, en pleno madrid a las cinco de la tarde. Y hasta me he metido en la M-30 y he circulado a 80 por hora. No está mal para ser la primera vez. ¿Los espejos? No los he mirado ni una sola vez. Bastante tenía con mirar para delante…
Eso sí, sólo se me ha calado una vez.
Ok, y no sé meter tercera. Las dos veces que lo intenté, metí quinta y el coche hacía ruidos raros. Pero bueno, para ser la primera vez no está mal. Al menos no he atropellado a nadie… Aún.