
Y disfruté como un enano.
Vale, que no pasará a los anales de la historia como una gran película. Vale, que sus efectos especiales van de lo sublime a lo tremendamente chapucero. Pero es tan entretenida, tan palomitera, que me enganchó de forma irremisible.
Y sí, disfruté como un enano viendo a ese grupito de soldados sumergidos en plena batalla campal en la ciudad de Los Ángeles enfrentándose contra hordas de extraterrestres.
Era como estar viendo Black Hawk Derribado e Independence Day, juntas y a la vez.
La gente es más papista que el papa, hombre, y también hay que ser coherente en esta vida. Uno puede pedirle un guión excelente a Gran Torino, pero cuando uno va a ver una película de alienígenas luchando a pie contra soldados americanos, debe desconectar al crítico intelectual que todos parecemos llevar dentro, olvidar que las películas también pueden ser arte, y simplemete sumergirse en la diversión que nos plantea.
Y punto.
Es como los toboganes. Serán feos que te cagas, pero lo bien que te lo pasas tirándote de ellos vale la pena.