Hoy me han abierto los ojos. Hoy sé la verdad gracias a Alvaro Loman. Y es que siempre he crecido creyendo que George Lucas era algo así como el genio de la lámpara, un dios, un ser todopoderoso que todo lo podía. Asi de poderoso le creía yo.
Para mi era fuente de las mejores cosas de la vida, bueno, de al menos muchas de ellas. Su nombre aparecía ligado a La guerra de las galaxias, a Indiana Jones, a Dentro del laberinto, a las películas de los Ewoks, a la serie Droids, a Willow, a Howard el Pato (bueno, es que me hacía gracia…), a las figuritas de acción de Star Wars que inundaban mi cuarto, a la aventura gráfica Indiana Jones y la última cruzada… y a, señores por favor un aplauso, el genial Monkey Island.
Por lo tanto, después de todo eso, a uno no le cabe otra idea que suponer la siguiente ecuación: George Lucas = Paraíso.
Pero nada más lejos de la verdad. Lo cierto es que Lucas encierra un lado oscuro tenebroso y por fin alguien lo ha descubierto. No me gusta apropiarme de las cosas que escriben otros, así que no reproduzco aquí el artículo, pero sí os pongo un enlace y os recomiendo fervorosamente que lo leaís. Yo por lo menos me he reído un buen rato.