Fringe: Season 4

 Anoche le di carpetazo a la cuarta temporada de Fringe, una serie que me fascina un poco más a cada capítulo y a cada temporada, una serie que ha sabido madurar de forma exquisita y pasar de ser una buddy-movie con tintes fantásticos a toda una Épica Sci-fi.
Fringe es palabras mayores, chicos.
A día de hoy no hay absolutamente nada que estimule mi imaginación como lo hace esta serie. Sus idas y venidas, sus mundos paralelos, sus casos autoconclusivos y su trama seriada, su gran historia de amor de fondo, los observadores y sus capítulos diecinueve. Todo en ella es digno de aplauso.
Después del final de la tercera temporada, el inicio de esta cuarta fue agridulce. Suponía un reseteo tan brutal que se puso en contra a gran parte de su público, significaba una vuelta al punto de partida drástica y desoladora. Pero Fringe deja madurar sus ideas y su forma de volver a poner las cartas en juego fue interesante.
En esta temporada han desgranado una gran trama de fondo y lo han hecho con gusto, en pequeñas dosis que al principio parecían inconexas pero que han resultado estar todas unidas. Y encima, nos han dejado boquiabiertos con ese capítulo 19 que ha quedado perfectamente hilado en el capítulo final de temporada, anunciándonos así el leit motiv que tendrá la quinta, excesivamente corta y última temporada.
La idea del arca, por cierto, fascinante. La decisión de Walter, abrumadora. Esa recta final, tensa. Ese momento jedi, brutal.
La cuarta temporada de Fringe nos deja claro que se trata de una de las mejores series de la actualidad, la más infravalorada sin duda, una serie a la que la audiencia no acompaña pero que es una pequeña joya sci-fi.
Larga vida a Fringe.