Así le catalogaban en los periódicos al día siguiente de su concierto en Madrid. Bunbury, el mago. todos hablaban del gran concierto que dio, y no es para menos. Bunbury salió completamente entregado, acertó con el repertorio, se esforzó y, lo más importante, se divirtió. Se notaba que estaba a gusto en el escenario porque sonreía a menudo. La confirmación vino después de «Y al final», canción con la que cierra todos los conciertos y con la que, oficialmente, cerró este.
Y sí, he dicho oficialmente. Tras terminar con esa canción, Enrique saludó al público y dijo: «el concierto se ha acabado, todavía pueden llegar al metro y al autobús para irse a sus casas, pero aquel que quiera quedarse, nos gustaría ensayar unas canciones que no hemos tocado nunca». Los aplausos se sucedieron e inundaron el Palacio de los deportes. Bunbury advirtió «con estas canciones seguramente jodamos todo el concierto». Pero nada más lejos de la verdad. Canción cruel fue maravillosa, con el artista maño sentado en un taburete y acompañando con la armónica, y para terminar, volvió a coger la guitarra para entonar El tiempo de las cerezas.
Grandísimo concierto.
Y sí, he dicho oficialmente. Tras terminar con esa canción, Enrique saludó al público y dijo: «el concierto se ha acabado, todavía pueden llegar al metro y al autobús para irse a sus casas, pero aquel que quiera quedarse, nos gustaría ensayar unas canciones que no hemos tocado nunca». Los aplausos se sucedieron e inundaron el Palacio de los deportes. Bunbury advirtió «con estas canciones seguramente jodamos todo el concierto». Pero nada más lejos de la verdad. Canción cruel fue maravillosa, con el artista maño sentado en un taburete y acompañando con la armónica, y para terminar, volvió a coger la guitarra para entonar El tiempo de las cerezas.
Grandísimo concierto.