Horror a la americana

Desde que saltó la noticia de que la mente detrás de Glee había vendido una nueva serie al canal FX, y que se trataba de una historia de terror, en internet comenzó una fuerte espectación. A mi, en cambio, me producía sentimientos encontrados. Por un lado, me decía «de puta madre, una historia de género». Por otro lado, soy de los que temen al señor Murphy. Sí, vale, la primera temporada de Glee fue una cosa muy fresca y agradable de ver, pero todos hemos sido testigos de cómo ha degenerado su producto musical. Además, si me hubiesen preguntado alguna vez «¿Qué género crees que no resiste una serie?» habría respondido, sin dudar, el terror.
Sí, me parece un género complicado. Creo que cuanto más alargas la historia, más se diluye el terror. Porque, qué queréis que os diga, pero no considero de terror The walking dead. Ni Supernatural. Ni, obviamente, la patata esa de Cuatro que se llamaba, creo, Hay alguien ahí.
¡Una serie de terror sobre una mansión encantada! Por favor, ¿hay algo más manido, más utilizado, más poco original? Mis expectativas iban bajando al mismo tiempo que subían gracias a sus intrigantes imágenes promocionales y sus extraños teasers. No era capaz de decidirme.
Pero obviamente, iba a ver el primer capítulo. Y lo hice.
Y porque Homeland me está encantando, pero creo que American Horror Story es uno de los mejores estrenos de la temporada. Su primer capítulo es todo lo que debe ser un producto «de terror»: intrigante, desasosegante, malrrollesco… Desde el inicio, logra traspasar esa fina línea que hay en el cerebro de cada uno y meterte en el cuerpo esa sensación de tensión que tan adicivo hace al miedo. Y lo logra no sólo mediante figuras que cruzan el plano por detrás de los personajes y medio en sombras. Todo está perfectamente planificado para darte miedo. La trama, la música, los efectos de sonido, la actuación, la iluminación… y el montaje. Probablemente lo que más me llamó la atención. El montaje, extraño, peculiar, logra ponerte mal cuerpo incluso en secuencias donde no pasa nada. Brutal. Y si además aderezas el coctel con unos actores que están brillantes, y con secundarios de la altura de Denis O’Hare y Jessica Lange, pues lo que obtienes es una bomba.
El segundo capítulo mantiene el nivel. De momento la cosa promete y mucho. Y me conformo con que siga así. Es suficiente para conseguir que, si despierto por la noche y oigo un crujido, aunque me de la vuelta y me quede dormido de inmediato, me resulte imposible no pensar, durante una fracción de segundo, que hay algo más allí.
El miedo es adictivo.