Sweet dreams

Hace ya un tiempo, Corazón Literario me habló de un proyecto que quería sacar adelante, una recopilación de relatos de autores nóveles que bebieran del espíritu de «Historias de la cripta». Yo, que amaba aquella serie, le pregunté si podría colaborar. Al final, la cosa no ha quedado entre autores nóveles pues todos los que participamos somos más o menos conocidillos en esto. Me acompañan en esta antología AC Ojeda, Rubén Pozo y Javier Martos… los dos primeros participaban también en Postales desde el fin del mundo con un relato, mientras que Javier fue el traductor de Adam Nevill para esa misma antología. En Sweet dreams completa el elenco Mary Ángeles Calduch, con un poema terrorífico. Y la portada es obra de Iván Ruíz, un crack.

El proyecto es pequeño pero con grandes intenciones. Los relatos valen la pena la sentada y la leída. Y la única forma posible de hacerse con librillo es a través de un crowfunding, el mecenazgo, la aportación de dinero a cambio de unos premios que vienen desglosados a la derecha. Yo os invito a colaborar. Creo que no quedaréis decepcionados.

Os dejo el enlace.

El cuarto jinete en El legado de Gilead

Esto tiene su miga. Hace menos de un mes estuve en la presentación de El camino de baldosas amarillas, de Juande Garduño, y al llegar a casa y comentar en el twitter crucé un par de frases con un chico llamado Tolu, con muchas ues. El caso es que al ver que compartíamos gustos literarios se me ocurrió invitarle al primer evento esmater que tenía lugar a la semana siguiente. Le debió picar la curiosidad y se acercó. Al parecer iba solo a cotillear y acabó llevándose dos o tres libros, entre ellos El cuarto jinete. Hoy me ha hecho llegar la reseña que ha escrito (la número 47 para El cuarto jinete), y la verdad… con cosas como esta a uno le dan ganas de seguir escribiendo cada día.

Os dejo el enlace a su página, y a continuación, lo que él mismo ha escrito:

Un buen día, gastando mis horas digitales en Twitter, recibí una invitación amistosa de presenciar la presentación de una novela en un gran centro comercial de la capital, al que iban a asistir varios escritores para realizar una especie de symposium sobre el género de terror. El titular de dicha invitación era un muchacho llamado Víctor Blázquez. La verdad es que no le conocía, simplemente había oido su nombre de pasada alguna vez, pero no se había quedado grabado en mi memoria en primera instancia. Accedí a acudir a esa presentación, y allí que me planté sin ninguna expectativa más que la de ver a un grupo de escritores intelectuales hablar de su obra en plan pedante y a glorificarse entre ellos mientras intentaban convencer al visitante de que su novela merecía ser comprada y disfrutada de una manera inmediata. No podía estar más equivocado.

No voy a narrar lo que en aquella convención sucedió, sólo anotar que comenzó pasadas las cinco de la tarde y un servidor, regresó a su morada a eso de las siete de la mañana del día siguiente tras haber compartido taxis, cenas y fiesta con lo mejor de la literatura de terror de la capital y parte de las comunidades autónomas restantes. Por lo tanto, fue un éxito rotundo para este humilde «bloguero». El caso es que Víctor (espero que me permita llamarle así) presentó su novela, y yo, agradecido por semejante invitación, la compré sin ningún rubor, y me la llevé a casa firmadita por su autor. Y he aquí lo qu encontré entre sus páginas.

Imagínate caminando por un set de rodaje, plagado de escenarios, extras y elementos diversos de atrezzo. Los actores principales están ahí, frente a ti, interactuando entre ellos y tú te mueves por el set como si formaras parte de la filmación. Sigues caminando por entre los estudios, y te das cuenta de que se está rodando una película de terror, de zombies para ser más exactos. Sabes que se supone que todo lo que te rodea es Castle Hill, un pueblo cualquiera de Estados Unidos. Y sabes que allí, no muy lejos del núcleo urbano hay un laboratorio en el que va a suceder algo muy gordo. Según el argumento de la película, un virus mortal llamado El cuarto jinete va a escapar de sus puertas, y va a sembrar el caos por todo el pueblo, infectando a propios y extraños, ancianos y niños y tú, tú serás un privilegiado, porque podrás verlo todo de primera mano. Tú, serás protagonista invisible de todo lo que acontecerá allí. Así que, siéntate, ponte cómodo y prepara unas palomitas porque la película está a punto de comenzar.

Sí, El cuarto jinete es una novela más de serie Z. Sí, no es muy original, al menos en principio. Virus se escapa de laboratorio ultra secreto, infecta al personal del mismo que, de una manera que no se explican, llega al pueblo y contagia a todos los habitantes, menos a un grupo reducido de personas que luchan por sobrevivir pasándolas canutas. Podríamos decir que esta es la premisa más o menos principal de todas las novelas de este género, pero no sólo las series Z suelen comenzar así. Nivel 5 de Preston y Child o En el blanco de Ken Follet tambien lo hacen, y no tiene mucho que ver con el Cuarto jinete, salvo su inicio. Es más, hasta el maestro Stephen King lo hace con su obra culmen para muchos, Apocalipsis, y poco puedo decir que no se haya dicho ya de esa novela. Por lo tanto, no porque no sea original su inicio, podría hacer que mi interés se viese espoleado. Ni mucho menos.

Lo que más me llamó la atención cuando me dispuse a leerlo, fue el papel del narrador. En vez de ser un observador neutro que se pasa toda la novela contándonos las correrías de los personajes, éste pasa a formar parte de la trama como si se tratase de un guía turístico invisible, que coge de la mano al lector y le va llevando por cada uno de los lugares de Castle Hill y mostrándole cómo se van produciendo los acontecimientos. Y la verdad, no hay nada mejor que una ruta guiada por el pueblo para poder empaparse de verdad de todo lo que sucede allí, porque Víctor, al igual que muchos de los escritores de estas nuevas hornadas, bebe de las fuentes de aguas más cristalinas literariamente hablando. Y su manantial más puro no es otro que el maestro Stephen King.

Hay muchísimos indicios de ello a lo largo de la obra, y se nota. A pesar de tener tan solo 333 páginas, a medida que vamos leyendo notamos que se trata de una obra coral en muchos aspectos. Y para ello echa mano de tan curioso narrador para llevarnos casa por casa, introduciéndonos en habitaciones, baños y cocinas, parando el tiempo, avanzándolo y rebobinándolo, para que podamos conocer a los que, en unos minutos, se convertirán en los protagonistas de los sucesos. Y lo hace muy bien, porque en vez de dedicar páginas y páginas a acontecimientos pasados que conectan las vidas de los personajes, lo que hace es tratarlos de pasada, dando los suficientes detalles para que entendamos las relaciones entre ellos, y así no sorprendernos con las decisiones que más adelante puedan tomar. Es como si estuviésemos sentados frente a un televisor, y éste nos mostrara cada plano, cada escena, y nosotros llevásemos la cámara a donde nos interesara.

Dejando de lado el narrador, hay que decir que la historia está plagadísima de referencias y homenajes a novelas y personajes del género de terror. Ya en el comienzo queda muy claro con los dos primeros protagonistas, con uno de ellos llamado Neville, en clara referencia al Robert Neville de Soy Leyenda de Richard Matheson. O una tal Carrie, que en una de las escenas echa una mirada de furia que parece que va a incendiar la habitación, como una famosa chiquilla que da nombre a la primera novela de Stephen King. Hay bastantes para acordarse de todos, pero el apellido Sloat (El Talisman), o ese narrador omnipotente y omnipresente de La casa negra, son los que ahora mismo más recuerdo.

Los personajes, que no son pocos, están tratados con mimo y son retratados de una manera muy real. Tienen sus debilidades, sus puntos fuertes y su personalidad está muy bien detallada. Sólo le veo una pega. Y es que al ser la novela tan corta, Víctor no puede explayarse a la hora de describirlos, por lo que a la larga, cuando volvemos a ellos, a veces nos liamos un poco con sus nombres ya que, pese a la poca extensión de la novela, la cantidad de personajes es bastante abultada. Aunque es una cosa que me ha pasado a mi, y no tiene por qué pasarle a los demás.

Siguiendo con los personajes, estos no evolucionan en exceso, pero sí se notan sutiles cambios en alguno de ellos, y, sobre todo, una vez terminada la novela, eres capaz de describir a cada protagonista con un adjetivo que los describe a la perfección, lo que denota el buen trabajo hecho en la esquematización y plasmado de los mismos.

Pasemos ahora a la ambientación. Hay momentos en los que de verdad parece que estamos sumergidos en una película, con sus giros de cámara, sus primeros planos y sus planos generales. Y todo porque la manera de narrar de Víctor es muy cinematográfica, supongo que gracias a su trabajo como segundo de dirección. Comentar ese condón seco en medio de un descampado, el llavero oxidado y perdido por alguien hace muchísimo tiempo… Esos detalles engrandecen la ambientación y ayudan a que el lector se implique más aun con la novela. Hay momentos en que parece que puedes sentir en la boca el terroso sabor del viento al correr por entre las calles desiertas. Por cierto, que los matorrales redondos que ruedan siempre en las películas del oeste, y que en la novela no aparece su nombre se llaman tumbleweed y por mi pueblo los llaman capitanas.

Y por último hablemos de los zombies. Sí, los mejores zombies que he leido en una novela de este género. ¿Y por qué? Porque estos zombies corren como verdaderos hijos de puta dispuestos a devorarte lo primero que pillen. No son esos bobos arrastrapies que poco a poco te van siguiendo pero realmente nunca te atrapan. No, estos son verdaderos animales salvajes. Siempre al acecho, escuchando, oliendo el aire. Éstos son los que si de verdad hubiese una plaga, acabarían con la humanidad en cuestión de meses. Por tanto, perfecta elección de enemigo, que amplía si cabe la tensión de los acontecimientos.

Y quiero hacer una mención para el mayor acierto de la novela. Si hay algo que a mi me seduce de una novela, es que el/los protagonista/tas sean niños, y Víctor acierta de pleno incluyendo a la angelical Paula. Sus ocurrencias, sinceridad y tesón a la hora de intentar hablar como los mayores me atrapó desde el principio, convirtiéndose así en mi personaje preferido de la historia.

En resumen, una de las mejores novelas de zombies que he leido, si no la mejor, junto a Apocalipsis Z, que merece la pena disfrutar no sólo por la frenética acción que contiene, sino por la perfecta factura de la misma, tanto en el comienzo de la novela, como en el desarrollo y, por su puesto en su final, que está a la altura de toda la calidad de la novela. Y quiero destacar de dicha conclusión, que se nota que está muy meditada. El autor sabía cómo quería dar fin a la historia, y lo plasma a la perfección en los últimos compases de la narración. Con un buen giro de los acontecimientos y, aunque en principio un poco cogido por los pelos, Víctor se asegura una explicación para que todo derive en los acontecimientos que acaba por narrar.

Gracias Víctor por haberme invitado a tu presentación, por haberme firmado la novela, y por haberme regalado estas horas de lectura tan amenas que he podido disfrutar, porque sin duda, su continuación El cuarto jinete Armagedón, dará mucho que hablar, al igual que su autor.